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Ulceras corneales



Las úlceras corneales representan una afección oftalmológica frecuente en la práctica veterinaria, afectando a diversas especies domésticas. Estas lesiones, que comprometen la integridad de la córnea, pueden tener múltiples etiologías y, si no se tratan adecuadamente, pueden conducir a complicaciones severas, incluyendo la pérdida de la visión. La identificación precisa y el manejo avanzado de las úlceras corneales son fundamentales para preservar la salud ocular de los pacientes veterinarios.

 

Una úlcera corneal se define como una pérdida de continuidad del epitelio corneal que puede extenderse al estroma subyacente e incluso alcanzar la membrana de Descemet. Esta condición resulta de un desequilibrio entre los mecanismos de defensa de la córnea y factores agresores, como traumas, infecciones o anomalías anatómicas. Dependiendo de la profundidad y extensión de la lesión, las úlceras corneales se clasifican en superficiales, estromales profundas o perforantes.

 

Los signos clínicos asociados a las úlceras corneales incluyen blefaroespasmo, epífora, hiperemia conjuntival y opacidad corneal. Los animales afectados suelen mostrar dolor ocular evidente, manifestado por frotamiento del ojo o sensibilidad al tacto. En casos avanzados, puede observarse una secreción ocular purulenta, edema corneal y, si la úlcera progresa, riesgo de perforación con posible prolapso del iris. La disminución de la agudeza visual es común, especialmente en lesiones centrales o extensas.

 

El diagnóstico de las úlceras corneales se basa en una evaluación clínica detallada complementada con pruebas específicas. La tinción con fluoresceína es esencial para identificar defectos epiteliales, ya que este colorante se adhiere al estroma expuesto, revelando la presencia y extensión de la úlcera. La biomicroscopía con lámpara de hendidura permite una evaluación minuciosa de las capas corneales y la profundidad de la lesión. En casos sospechosos de infección, la toma de muestras para cultivo y antibiograma es crucial para orientar la terapia antimicrobiana adecuada.

 

El tratamiento médico de las úlceras corneales tiene como objetivo controlar la infección, reducir la inflamación y promover la cicatrización. Los antibióticos tópicos de amplio espectro se emplean para prevenir o tratar infecciones bacterianas secundarias. Los agentes ciclopléjicos, como la atropina, se utilizan para aliviar el dolor y prevenir sinequias posteriores al inducir midriasis y parálisis del músculo ciliar. En casos de inflamación significativa, los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) pueden ser administrados con precaución para mitigar la respuesta inflamatoria. Además, terapias regenerativas como la aplicación de plasma rico en plaquetas (PRP) han mostrado potencial en acelerar la cicatrización corneal debido a su alta concentración de factores de crecimiento.

El uso de corticosteroides está absolutamente contraindicado en el tratamiento de úlceras corneales debido a su efecto inmunosupresor y su capacidad para inhibir la migración de fibroblastos y queratocitos, lo que retrasa la cicatrización. Además, estos fármacos potencian la actividad de las metaloproteinasas de matriz (MMP), enzimas que degradan la estructura del colágeno corneal, favoreciendo la progresión de la úlcera hacia un estado descemetocélico o incluso perforante. También pueden aumentar la susceptibilidad a infecciones secundarias al disminuir la respuesta inflamatoria local, lo que agrava el pronóstico del paciente. Por ello, en casos de enfermedad corneal, su uso debe ser evaluado con extrema precaución y restringido a patologías no ulcerativas como queratitis inmunomediadas.

El uso de suero autólogo o heterólogo en el tratamiento de úlceras corneales representa una estrategia terapéutica eficaz debido a su alto contenido de factores de crecimiento, proteínas antimicrobianas y propiedades antiinflamatorias. El suero autólogo, obtenido de la sangre del propio paciente, favorece la epitelización y reduce la actividad de las metaloproteinasas, enzimas que degradan la matriz extracelular y pueden agravar la lesión corneal. Por otro lado, el suero heterólogo, derivado de un donante sano de la misma especie, puede ser una alternativa viable cuando la recolección autóloga no es posible. Ambos tipos de suero deben ser preparados bajo condiciones estériles y conservados en frío para mantener su bioactividad, siendo administrados en forma de colirios con una frecuencia ajustada a la severidad de la úlcera.

El EDTA (ácido etilendiaminotetraacético) y la N-acetilcisteína (NAC) son agentes terapéuticos utilizados en el manejo de úlceras corneales complicadas, especialmente en aquellas con un alto grado de colagenólisis. El EDTA actúa como un quelante de iones metálicos como el calcio y el zinc, inhibiendo la actividad de las metaloproteinasas de matriz (MMP), enzimas que degradan la estructura del colágeno corneal y contribuyen a la progresión de las úlceras. Por su parte, la N-acetilcisteína es un potente antioxidante y mucolítico que también inhibe la acción de las MMP, reduciendo la degradación de la matriz extracelular y favoreciendo la cicatrización. Ambos compuestos se utilizan en colirios preparados en concentraciones específicas y bajo estricta supervisión veterinaria, siendo de gran utilidad en úlceras corneales profundas, descemetoceles y casos de queratomalacia.

Cuando las úlceras corneales son profundas, progresivas o no responden al tratamiento médico convencional, se consideran intervenciones quirúrgicas para preservar la integridad ocular y la visión. Una técnica comúnmente empleada es la colocación de colgajos conjuntivales pediculados, donde un segmento de conjuntiva se sutura sobre la úlcera, proporcionando soporte estructural y un aporte sanguíneo que facilita la cicatrización. Otra opción es el uso de membranas amnióticas como injertos; estas membranas poseen propiedades antiinflamatorias y promueven la regeneración epitelial, siendo útiles en la reparación de defectos corneales significativos.

La elección entre colgajos conjuntivales y membranas amnióticas depende de diversos factores, incluyendo la extensión y localización de la úlcera, así como la disponibilidad de materiales y experiencia del cirujano. Los colgajos conjuntivales ofrecen ventajas como la facilidad de obtención y la vascularización inmediata, mientras que las membranas amnióticas proporcionan una superficie óptima para la migración celular y reducen la formación de cicatrices. En algunos casos, se puede considerar el uso combinado de ambas técnicas para optimizar los resultados terapéuticos.

El pronóstico de las úlceras corneales depende en gran medida de la prontitud en el diagnóstico y la implementación de un plan de tratamiento adecuado. La monitorización estrecha y las revisiones periódicas son esenciales para evaluar la respuesta terapéutica y realizar ajustes según sea necesario. La colaboración entre el veterinario generalista y el oftalmólogo veterinario especializado es fundamental para abordar casos complejos y garantizar una atención integral al paciente.

Las úlceras corneales en animales requieren una aproximación diagnóstica precisa y un manejo terapéutico adaptado a la severidad de la lesión. La combinación de tratamientos médicos y quirúrgicos, incluyendo el uso de colgajos conjuntivales y membranas amnióticas, ofrece opciones efectivas para promover la cicatrización y preservar la función visual. La educación continua y la actualización en técnicas avanzadas son pilares esenciales para el éxito en el manejo de estas afecciones oftalmológicas en la práctica veterinaria.


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